Revolución bajo las pirámides

INTERNACIONALES – NOTA DE OPINION – Cuando la gente dice basta. Vientos del pueblo que soplan con aire puro y libre. Por Leonardo Abrahan.Soltando las cadenas después de treinta años bajo el manto tirano de Hosni Mubarak, con los ojos bien puestos por Whasington, un inusual país árabe que no es hostil hacia Israel , es el guardián del Canal de Suez que une Europa con Asia y una importante fuerza contra el islam integrista en la región. Pero esto es otra cosa a la que hay que prestarle mucha atención y que ninguna garra hostil se apodere de la lucha y la sangre de los que hicieron posible este proceso histórico.

Fueron dieciocho día de constantes marchas, el pueblo sembró las calles con heridas en la garganta pidiendo un cambio radical, el horizonte negro con la muerte corriendo en las calles y en las veredas del Cairo, a los pies de las impolutas pirámides, que por una vez en la vida dejaron de ser el centro de atención.

Será el 11 de febrero del 2011 recordado porque la marea popular generó la dimisión del eterno presidente. La plaza tahrir, nada más oportuna al llamarse (de liberación) cortó el lazo con manos liberales y puso fin una historia que comenzó el 6 de octubre de 1981: mientras presidía un desfile, un grupo de militares islamitas ametralló el palco oficial y arrojó varias granadas contra el pleno del gobierno egipcio. Anwar el Sadat murió y Mubarak se salvó por milagro: una semana después era el nuevo presidente.

La nueva revolución islámica desatada en Irán por el Ayatollah Khomeini, que se expandía por el mundo árabe, pasó a ser enemiga de Egipto y de su gobierno. Mubarak decidió ser un aliado más confiable para EEUU, según los términos de la doctrina Sadat que el flamante presidente había aprendido con sangre y que afirmaba que la beligerancia árabe y su alianza con Moscú, sólo reforzaban el apoyo de EEUU a Israel.

En 1982 Egipto obtuvo de Israel la devolución del Sinaí y cinco años más tarde fue el primer país árabe en recibir de EEUU el estatus de Aliado Principal No Miembro de la OTAN, el mismo reconocimiento que había dado antes a Israel.

Mubarak no fue un moderado al gobernar. Cerró con más fuerza su puño de hierro para instrumentar las políticas económicas dictadas en los 90 por el FMI. Egipto pasó del modelo estatal y planificado de los coroneles nacionalistas de Nasser, al libre mercado basado en la reducción de subsidios estatales, alza de precios, reducción en los gastos educativos y privatización de empresas públicas, con su secuela de corrupción. Egipto tiene hoy más de treinta millones de personas bajo el nivel de pobreza y una desocupación superior al veinte por ciento.

Mubarak persiguió a opositores, encarceló a disidentes, torturó a enemigos; con la excusa de la lucha contra el terrorismo limitó los derechos civiles, de culto y de prensa hasta ese día once de febrero que la ola popular ahogó los sueños del poder eterno. “Para la libertad”, como diría el inolvidable poeta Miguel Hernández el pueblo sangró, luchó, pervivió y al fin consiguió el objetivo…

Un símbolo que marca los grandes acontecimientos: todo comenzó cuando un triste y pobre vendedor ambulante se hartó de pagarle coimas a los policías egipcios y de impotencia se inmoló prendiéndose fuego, ese triste desenlace fue la llama que encendió la bronca e indignación popular y aquella persona humilde con su heroica muerte hizo caer al hombre más poderoso que se adueñó del país durante treinta años

Leo Abrahan – Río Gallegos