Antártida: La «Operación Rescate Profundo»

La «Operación Rescate Profundo», así denominada por los altos mandos de las Fuerzas Armadas Argentinas en el año 2005, tenía un objetivo de máxima y otro de mínima: rescatar con vida a dos personas que habían caído en una grieta antártica, o recuperar sus cuerpos de los hielos eternos a 400 metros de profundidad.

Esta historia se escribió con la convicción de que su lectura encenderá la imaginación de quienes se sumerjan en las acciones de los protagonistas, habida cuenta de que el escenario en que ocurrieron posibilita el desarrollo de expectativas de todo tipo: tristeza, dolor, desolación, asombro, fascinación, emoción, deslumbramiento, intriga, y misterio, pero sobre todo, miedo.

Ellos eran el científico Augusto THIBAUD y el Suboficial Segundo ARA Teófilo GONZALEZ.

La palabra “rescate” tiene una connotación ambiciosa, por no decir caprichosa, ya que hay quienes consideran que rescatar es traer algo “con” vida; cuando también lo es, y no por ello se torna menos importante, recuperar un cuerpo en el cual “hubo” vida.

Por algo es tan doliente la categoría del “desaparecido” entre las alternativas de la muerte, por lo que significa espiritualmente.

Un duelo sin cuerpo es mucho más complicado para transitar al proceso de aceptación de la pérdida, no hay despedida real, ni simbólica.

De acuerdo a la asistencia psicológica que se brinda a familiares de desaparecidos, sin un cuerpo para enterrar no se marca la línea que separa a los vivos de los muertos.

Lo tangible de la vida es el cuerpo, lo mismo aplica para la muerte.

Esa era la misión que le había sido encomendada al grupo especializado en operaciones de alto riesgo en suelos polares, con experiencia en ambos casquetes, integrado por nueve efectivos del Ejército Argentino, liderados por el Coronel Victor Figueroa, a quien convocaron de urgencia para trasladarse desde la Ciudad de Buenos Aires a la base por entonces llamada Jubany (actualmente Carlini), en la península Potter de la isla 25 de Mayo (o King George de acuerdo a la cartografía inglesa) perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur, en la Antártida Argentina.

Tras haber descendido a infiernos bajo cero, sin ningún rastro visible de las dos personas por las cuales se habían movilizado, hubiese estado más que justificado cumplir la orden de un regreso de la comitiva a puerto seguro, para desde allí emprender viaje de regreso al subcontinente.

Antes de tomar una decisión al respecto fueron requeridos nuevamente para rescatar a otras siete personas (cuatro sobrevivientes y tres fallecidos) en una base chilena ubicada en otro punto de la Antártida.

El panorama era similar: una enorme grieta en parajes desolados, condiciones de clima extremas y riesgo permanente.

Todo en medio de una compleja situación de cadena de mandos.

Cumplida la misión encomendada en medio de la operación de rescate original, el grupo decidió regresar a la enorme grieta sobre el glaciar Collins, retomar las tareas desde el punto dejado a cien metros de profundidad, y no detenerse hasta hallar los dos cadáveres, y completar así el ciclo para los familiares sumidos en desconsuelo.

Durante casi 40 días, nueve soldados argentinos arriesgaron sus vidas, redoblando esfuerzos ante el cansancio extremo.

La “Operación Rescate Profundo” se convirtió en una cuasi misión suicida ante la determinación de los rescatistas por no abandonar la misión para redimir a las familias de sus camaradas de un duelo interminable, a ellos mismos de un círculo culposo al que podrían haber caído de no haber cumplido con su cometido humanitario, y a todos nosotros de la indiferencia y el individualismo.

Transcurridos 18 años de ese episodio, el hoy el General de Brigada (R) EDB-EPS-EPN Victor Hugo FIGUEROA no olvida que todavía quedan 27 argentinos desaparecidos bajo los hielos eternos.

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