Recordando a la docente Yolanda Stechina, Beatriz de Maniglia, una madrina de la Ex Escuela 6354 del Paraje “La Isolina”, que reside en Buenos Aires, le dedicó esta «ultima carta a la señorita Yoly».
Hola Yoly: Esta es la última carta que te escribo y aspiro que juntas recordemos algunos instantes inolvidables de nuestra historia. Vos como Maestra, Directora, Portera, Madraza; yo, como apenas una señora que junto a un grupo de generosos colaboradores intentó darle a los niños en poco más de 10 años la alegría y dignidad que ellos merecían mientras estudiaban.
¿Te acordás Yoly como comenzó nuestro contacto?. ¡Sí!. A través de otro diario. Un matutino de Buenos Aires que al final de la última página en la sección llamada “Clarín porteño” (hoy ya no existe) hacías un llamado desesperado por las enormes carencias que tenían los niños (y la escuelita 6354) del paraje “La Isolina”.
Comencé desde entonces a recibir constantemente tus cartas y los dibujitos de los chicos ¡Qué felicidad! Y así tendimos un puente de amor, solidaridad y comprensión.
Pasaron muchos años hasta que pudimos abrazarnos todos…muchos años porque no quería romper la magia de esa maravillosa comunicación que nos unía.
Los chicos te amaban…me lo decían en cada hoja de cuaderno que recibía con letra muy prolija y de acuerdo al grado que cursaban.
¿Y de nuestro primer encuentro? Todos estaban orgullosos de la nueva escuela que tenían. ¡Había luz! (con pantallas solares) ¡Había agua! (Con una cisterna gigante que se había construido).
Tu ternura me invadía, me contagiaba. Cada nene a medida que pasabas a buscarlo con tu camioneta para llevarlo a la escuela, ese día portaba una flor de su jardín, zapallitos del pequeño sembrado o mandarinas del fondo ¡y eran para mí!
¡Lloré mucho! Nos abrazamos profunda y sinceramente con las madres y con sus hijos…y vos al frente ¡Valerosa! ¡Guerrera! Dulce…comprensiva pero sobre todo “integra” ¡Qué mujer!
¿Te acordás de la segunda y última vez que fui? Era una finalización de curso. Partían los que habían terminado la escolaridad primaria y, según me contaste, fue el mejor promedio en Matemáticas de toda la provincia; y aquella vez esos chicos como recuerdo del paso por esa única aula con 7 grados llevaron un reloj grabado que decía “Rdo. de mi paso por la Esc. 6354 Pje. La Isolina Pcia. Sta. Fe”.
¡Todos estábamos muy felices! Pero a la escuelita le faltaba un detalle: no tenía baños; sólo había una letrina, así que ¡manos a la obra! Y mediante una gestión en Buenos Aires, Telefónica de Argentina envió los fondos para la compra de todos los materiales necesarios para la construcción de 2 baños (que quedaron hermosos) y que se levantaron gracias a la colaboración de tu esposo y quienes lo ayudaron.
¿Ves? No me olvido de casi nada, o tal vez sí; de la hermosa fiesta que todos ustedes organizaron un radiante mediodía de noviembre y el exquisito asado que hizo preparar el Sr. Percivale (que según me contaron era un estanciero vecino).
Hoy estoy escribiéndote esta última carta para que la lean todos aquellos que te conocieron y disfrutaron de tu amor y de tu entrega; entre otros tus alumnos, los papás, los tíos, los amigos entrañables que siempre te acompañaron y tal vez aquellos que no te comprendieron.
A vos, Yoly, el cierre de esa escuelita que con tanta devoción viste como cambiaba, te dejó una herida muy profunda e irreversible que no pudiste superar.
¡Cuánto lo lamentamos todos!. Espero que a través de estas líneas tengas noticias desde aquí y sepas cuánto te extrañamos aunque estamos seguros que cada noche despejada si levantamos la mirada, veremos titilar una estrella y serás vos que estarás guiñándonos un ojo, y nos estarás diciendo: ¡Aquí estoy! Me siento muy bien…soy feliz…Los amo…y nosotros solamente contestaremos: ¡Gracias señorita Yoly!
Beatriz y tus chicos: Dante, Carla, Jésica, Pamela, Mario, Gimena, Florencia, Rosita, Carlos, Eliana, Cristina, Emanuel, Nelson, Horacio, José, Ivana, Erica, Roberto, Claudia, Vanesa, Nancy, Juan Cruz, Valeria, Cintia, Angélica entre otros.