El apego al dinero es una idolatría, advirtió el Papa

CIUDAD DEL VATICANO (AICA).- “No se puede servir a dos señores: o se sirve a Dios o a las riquezas”, recordó el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la mañana del pasado Lunes 19 de octubre, en la capilla de la Casa Santa Marta. El Papa señaló que Jesús “no está contra las riquezas en sí mismas”, sino que advierte ante el hecho de poner la propia seguridad en el dinero que puede hacer de la “religión una agencia de seguros”.

“Además, dijo Francisco, el apego al dinero divide, como dice el Evangelio que se refiere a los “dos hermanos que pelean por la herencia”:

“Pero pensemos nosotros en cuántas familias conocemos que pelearon, pelean, no se saludan, se odian por una herencia. Y éste es uno de los casos. El amor de la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres no es más importante, no, es el dinero. Y esto destruye”, dice el Santo Padre según señala el texto difundido por Radio Vaticana.

“También las guerras, las guerras que hoy vemos. Sí, hay un ideal, pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de los que se aprovechan de la guerra. Y ésta es una familia, pero todos – estoy seguro – todos conocemos al menos a una familia dividida por este motivo. Y Jesús es claro: ‘Presten atención y estén lejos de toda codicia: es peligroso’. La codicia. Porque nos da esta seguridad que no es verdadera y te lleva sí a rezar –tú puedes rezar, ir a la Iglesia– pero también a tener el corazón apegado y, al final, termina mal”.

Jesús relata la parábola de un hombre rico, “un buen empresario”, cuyo “campo había producido tan abundantemente” que “estaba lleno de riquezas”.

“Y en lugar de pensar: ‘Compartiré esto con mis obreros, con mis empleados, para que también ellos tengan un poco más para sus familias’, razonaba para sí: ‘¿Qué haré, puesto que no tengo dónde poner mi cosecha? Ah, haré así: demoleré mis depósitos y construiré otros más grandes’. Cada vez más. La sed del apego a las riquezas no termina jamás. Si tú tienes el corazón apegado a la riqueza –cuando tienes tantas– quieres más. Y éste es el dios de la persona que se apega a las riquezas”.

El camino de la salvación –afirmó el Papa– es el de las Bienaventuranzas: “la primera es la pobreza de espíritu”, es decir, no estar apegado a las riquezas que –si se las poseen– deben estar “al servicio de los demás, para compartir, para que tanta gente vaya adelante”.

Y el signo de que no tenemos “este pecado de idolatría” es dar limosna, es dar “a aquellos que tienen necesidad” y dar no de lo superfluo sino de lo que me cuesta “alguna privación” porque tal vez “sea necesario para mí”. “Eso es un buen signo. Eso significa que es más grande el amor a Dios que el apego a las riquezas”. Por tanto, hay tres preguntas que podemos hacernos, dijo Francisco:

“Primera pregunta: ‘¿Doy?’. Segunda: ‘¿Cuánto doy?’. Tercera pregunta: ‘¿Cómo doy? ¿Cómo da Jesús, con la caricia del amor o como quien paga un impuesto? ¿Cómo doy?’. ‘Pero padre, ¿qué quiere decir usted con esto?’. Cuando tú ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en aquel momento eres como el Padre que no permite que le falte el alimento a los pajaritos del Cielo. Con cuánto amor da el Padre”.

“Pidamos al Señor la gracia de estar libres de esta idolatría, el apego a las riquezas; la gracia de mirarlo a Él, tan rico en su amor y tan rico en su generosidad, en su misericordia; y la gracia de ayudar a los demás con el ejercicio de la limosna, pero como lo hace Él. ‘Pero, padre, Él no se ha privado de nada…’. Jesucristo, siendo igual a Dios, se privó de esto, se abajó, se aniquiló, y también Él se ha privado”, concluyó Francisco.

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