
Por Agustina Macuglia
Desde las investigaciones de terapias orientales, existen puntos en las manos y los pies dónde al estimularlos estamos incitando a resetear la energía en aquellas zonas que están afectadas, donde se alojan aspectos de nuestro interior que nos mantienen incómodos, con malestares, etc., y que a veces nos cuesta trabajo registrarlos o no tenemos los conocimientos para poder identificarlos.
“La reflexología es una terapia complementaria en la que se ejerce presión sobre pies y manos para tratar una serie de dolencias, y promover el bienestar psicológico y una salud óptima. Los pies y las manos se consideran espejos del cuerpo, y una presión en puntos específicos (reflejos) trata las áreas correspondientes del cuerpo”.
Aflojar el cuerpo desde los pies y manos nos da la chance de empezar a conectar con nuestro cuerpo desde los extremos para llegar al centro, para llegar a la pelvis, a nuestra panza, a la salud de nuestros órganos, a nuestra respiración y sus dinámicas, a nuestras emociones.

Desde una mirada más técnica, en los extremos del cuerpo se encuentran terminaciones nerviosas que conectan otras partes del organismo. Es por ello que se puede estimular una zona media (por ejemplo, la columna) desde la planta de los pies, por los caminos nerviosos que se extienden hacia los extremos y que mantienen una red de conexiones a lo largo de todo nuestro organismo.
¿De dónde viene la Reflexología?
“En muchas sociedades antiguas, de la japonesa a la egipcia, se usaban formas de masaje en los pies para sanar. Los indios americanos llevan usando métodos similares durante siglos. A principios del siglo XX, el doctor William Fitzgerald, otorrinolaringólogo especialista de un hospital estadounidense, desarrolló la ‘terapia zonal’, método derivado en parte de principios señalados en escritos europeos, entre otros”.

“Sus técnicas fueron desarrolladas por otra americana, Eunice Ingham, quien identificó y trazó el mapa de las zonas reflejas, y fue en gran medida responsable de la creciente popularidad de la que llamó ‘reflexología’”.
La evolución de estas prácticas, desde las tradiciones ancestrales hasta los estudios modernos, muestra una continuidad entre la sabiduría antigua y la ciencia contemporánea, recordándonos que el cuidado y la sanación comienzan siempre por reconocer esa profunda interrelación.
A modo de cierre
Cuando nos hacemos un masaje, nos invitamos a relajarnos, a soltar algunas resistencias y abrirnos a una experiencia que, me atrevo a decir, se asemeja a la meditación.
Es un acto de entrega: confiar en que otro, con sus manos, conocimientos y sensibilidad, pueda acompañarnos a reconectar con nuestro cuerpo.
Es algo profundamente humano, porque implica ceder el control, permitir que el cuerpo hable y se exprese, darle tiempo al descanso, a la pausa, al silencio.
La reflexología, en ese sentido, no es solo una técnica antigua ni una terapia complementaria. Es una forma de volver a escucharnos, de reconocer que en cada parte del cuerpo habita el todo. Que al tocar los pies y las manos, también tocamos la historia, las emociones, y el mapa completo de lo que somos.
Fuente: “Los secretos de la Reflexología” de Chris McLaughlin y Nicola Hall.
Agustina Macuglia (30), nacida en Las Toscas, Santa Fe. Es masajista corporal y facial, bailarina y docente de danzas, formadora en tecnicas del masaje, escritora y creadora de contenidos sobre el universo del bienestar y el cuidado del cuerpo. Vivió en Rosario de 2014 a 2024 y en México desde fines del 2024 a mediados del 2025.




