Cuando vemos televisión…qué miramos?

NACIONALES – NOTA DE OPINION – Fuimos pasando la línea de lo absurdo con el correr del tiempo; nos sentamos en el mejor sillón de los cómplices televisivos; armamos la grilla con el botón agresor del control remoto. Por Leonardo Abrahan.Valorizamos a personajes trillados y banales; lo dejamos entrar a nuestra mesa, a nuestra familia, a los ojos de nuestros hijos, a los oídos de millones de jóvenes.
Abrimos la ventana para potenciar el futuro vacío de enseñanzas y ejemplos.

Cuesta encontrar en los canales abiertos un programa cargado de contenido para cementar un crecimiento; abrir el abanico de posibilidades con diálogos profundos, editoriales con coherencia, ejemplos de valores, discursos comprometidos, reflexiones sinceras, críticas constructivas, humor sin golpes bajos, emoción sin masoquismo, noticias para saber, para comprender, para analizar, para discutir, para sembrar, para crecer.

Grita un enano sobre las faldas de un hombre vestido de mujer que canta una balada con la voz de Luis Miguel y con gestos de Lola Flores; un joven borracho herido en su rostro, su moto desecha en el pavimento, las luces lo encandilan y con un hilo de sangre goteando sobre el micrófono enlaza dificultosamente las frases para contar su accidente que no recuerda, que no siente, que ya no sabe. En una mesa redonda un tal “Jacobo”, con su voz ronca analiza el Merval y además discute con Guido Suller sobre la estabilidad del dólar, mientras Ricardo García, el ex marido de Adriana Aguirre imita sin vergüenza a Sandro a un mes de su partida.

¿Hacia a dónde vamos?. Una excelente editorial del escritor Eduardo Galeano pelea por hacerse un lugar en el living de una familia a través del canal encuentro; quiero encontrar una entrevista valiente a un político de turno, pero me choco con los halagos y el sembrado de palabras acarameladas para que emerjan de la demagogia aquellas respuestas guionadas y preparadas.

Un millonario engreído y soberbio se adueña de la pantalla; los insultos a cualquier hora de la tarde es un lugar común; ¿cuál es el límite?. ¿Cuál es el camino?.

¿Quiénes serán nuestros ejemplos?. Quiero saber en que lugar van a velar “el horario de protección al menor”. La tele es un negocio, y los que manejan el negocio son inteligentes y con un poder económico estrafalario; si existe negocio es porque están los consumidores y si los programas que enturbian la formación tienen éxito, el problema no está en la tele. El culpable no es el chancho sino el que le da de comer…

Las miserias aplastan la realidad y nos envuelven en un presente contradictorio; horas de pantalla encendida que comprometen un futuro; dibujitos animados que matan, discursos impresentables de gente impresentable, vender diez segundos de la vergüenza humana para atrapar horas de fama triste. Una luz se prende y se apaga. Sirven hasta que sirven. Valen hasta que valen. Una sonrisa descartable.

Del trabajo digno regreso a casa, mi esposa espera para almorzar junto a mi hijo, el aroma a sabroso de una comida casera con la belleza de la bendición familiar sobre la mesa, un oasis después de un ritmo vertiginoso. A un costado la tele espera silenciosa, es inevitable encenderla, un movimiento automático, una imagen vomita una historia y un personaje desagradable, apago inmediatamente para valorar el silencio, se enciende una charla, festejamos las monerías del nene, disfrutamos el almuerzo; lástima que la televisión espera rezagada hasta que me gane la ansiedad, me apropie del control remoto y sea uno de los tantos responsables de encender la tele y dejar que se apropie de mi living y de mi familia la paupérrima realidad que expulsa la pantalla.

Lo único importante, y con real trascendencia es que el control remoto lo manejamos nosotros. Tenemos la herramienta en nuestras manos para saber que hacemos y que miramos. Valoremos nuestro tiempo y nuestra mirada. Exijamos compromiso e idoneidad cada vez que prendamos la tele. Está en nuestra el destino de lo que pretendemos ver…