GRANDES LLUVIAS – En los últimos 40 años la cantidad anual de lluvia aumentó algo más de un 20%. Los veranos son más largos y los otoños más calurosos que décadas atrás. Las fuertes tormentas se repiten, el nivel del mar sigue subiendo y las granizadas en nuestra región ya son cosa frecuente. Postales del nuevo clima que tenemos.Tormentas que duran poco pero que alcanzan para inundar ciudades enteras, granizadas que antes no existían, otoños calurosos y veranos que así como tardan en llegar luego tardan en irse y darle paso al invierno, que a su vez es cada vez más corto. Algunos lo llaman la tropicalización del clima. Sea como sea, lo cierto es que el clima está cambiando y las postales de un nuevo paisaje climático en nuestra región son cada vez más inquietantes y frecuentes.
Los datos que se manejan en la Unidad de Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable no dejan mentir: según sus informes, la Argentina se ha vuelto más húmeda y en promedio llueve un 20% más que hace 40 años. Pero no es lo único: las fuertes tormentas se hicieron más frecuentes y todo indica que éstas y otras señales del cambio climático se mantendrán durante este siglo, lo que implica _entre otros efectos_ mayor riesgo de sufrir inundaciones.
La Segunda Comunicación Nacional de la Secretaría de Ambiente de la Nación, además, alertó recientemente que la temperatura aumentará de 2º a 4º, con mayor intensidad en el norte y centro del país; se proyecta un incremento de las lluvias de hasta 200 milímetros más que el promedio anual para las mismas zonas del país, con excepción de la región próxima a la cordillera de los Andes, donde se pronostican hasta 400 mm menos. En algunos sectores de la Cuenca del Plata habrá mayor riesgo de inundaciones, en tanto que la zona de Cuyo podría sufrir una potencial sequía.
Las consecuencias de eventuales cambios climáticos son especialmente críticas en los países en desarrollo, ya que “el grado de vulnerabilidad a dichos fenómenos se relaciona con la capacidad de los grupos sociales para absorber, amortiguar o mitigar los efectos de estos cambios”, indicó el informe difundido por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
“Las emisiones que ya se han acumulado en la atmósfera tendrán un efecto sobre el clima, independientemente de que podamos limitar las emisiones a futuro”, se expresa en el documento. Se agrega que si bien la Argentina es uno de los países que menos colaboran en la emisión global de gases de efecto invernadero, -0,9 por ciento frente al 20,6% de los Estados Unidos-, “presenta regiones y sectores con alta vulnerabilidad al cambio climático, por lo cual es fundamental instrumentar acciones para aminorar los impactos negativos y maximizar los positivos”.
En un siglo y medio, la emisión a la atmósfera de dióxido de carbono _el principal gas que causa el efecto invernadero, lo que pro voca el calentamiento del planeta_ trepó a los 6.000 millones de toneladas anuales. La Argentina como se dijo es responsable de apenas el 0,9% de esas emisiones. Sin embargo se ha convertido en un muestrario de las manifestaciones de la variabilidad climática.
Según los expertos, además, las líneas de isoyetas _que unen los puntos donde cae la misma cantidad de lluvia durante el año_ se han corrido hacia el oeste, entre 150 y 200 kilómetros. Esta es una de las causas del aumento de la superficie cultivada del país, una ventaja hoy en día, pero que puede tener secuelas negativas. Desde 1970, se apunta, las grandes precipitaciones son más intensas en menos tiempo. Se trata de lluvias de unos 100 milímetros en uno o dos días.
Los cambios en el territorio argentino no terminan aquí. Cuyo y el Comahue, a diferencia de lo que ocurre en nuestra provincia, son ahora más secos. Los ríos de esta última zona traen menos caudal, en parte también por el retroceso de los glaciares y por el adelgazamiento de la capa de nieves eternas. Y es de esperar una menor oferta de energía hidráulica, dado que, según se indica, el 15% de toda la electricidad generada en el país proviene del Comahue.
Los cambios hace tiempo que se vienen insinuando. Y produciendo, claro. Ya durante el siglo pasado el mar creció 17 centímetros en la desembocadura del Río de la Plata, y se calcula que durante este siglo podría subir unos 50 centímetros más. A esto hay que agregarle la rotación que se está produciendo en los vientos, que del nordeste pasaron al este, y cada vez soplarán más desde el sudeste.
Inudnaciones trágicas y pueblos enteros bajo el agua. Glaciares que se derriten en la Patagonia. Témpanos flotando a la deriva por los mares del Sur. Sequías incomprensibles en Córdoba y en pueblos bonaerenses como los de Carmen de Patagones, donde científicos de la NASA ya comparan sus tierras con las arenas del desierto del Sahara. El cambio climático no es ciencia ficción. Está aquí. Lo vemos. Y ya lo empezamos a sufrir.
Fuente: www.eldia.com.ar