
Por Carlos Richter
Desde el inicio de la nueva gestión, el discurso público parece estar dominado más por las quejas que por la acción.
Resulta llamativo, sobre todo si se tiene en cuenta que hace apenas cuatro o cinco meses la palabra que más se repetía en campaña era “hacer”. Hacer obras, mejorar servicios, ordenar el Estado. Acción, en definitiva.
Durante ese período, todos los candidatos —incluido el oficialismo actual— coincidían en la necesidad de avanzar en mejoras vinculadas a la infraestructura automotriz: un parque automotor adecuado, la incorporación de vehículos nuevos y la reparación de los existentes.
Hoy, sin embargo, el mensaje que llega a la ciudadanía es otro. Se publican diagnósticos, se enumeran falencias y se insiste en el mal estado de los vehículos, como si se tratara de un problema recién descubierto.
A esto se suma un argumento recurrente: la necesidad de disponer de cifras exorbitantes para reparar, comprar nuevas unidades y adquirir maquinaria. Es cierto que algunas de esas inversiones pueden ser necesarias, pero también lo es que no todas constituyen una cuestión de vida o muerte. Existen alternativas, soluciones graduales y prioridades que pueden establecerse cuando hay voluntad de gestión.
Conviene recordar, además, que el mandato otorgado por la ciudadanía es de cuatro años, no de cuatro meses.
Gobernar implica hacerse cargo de la realidad heredada, sin convertirla en una excusa permanente. El pasado ya no tiene arreglo; el presente es hoy y el futuro comienza mañana.
Por eso, el mensaje es claro: señores gobernantes, manos a la obra. Gobernar es actuar, decidir y resolver.
Para eso fueron elegidos y para eso tienen, todavía, cuatro años por delante.
