Salvador Di Stefano: «La inflación asoma, escasez de mercadería»

La escasez de mercadería es manifiesta, los agentes económicos huyen del peso hacia la moneda extranjera, activos durables, semidurables e inmuebles. La escasez de bienes de cambio pone en riesgo la producción de bienes finales. Nadie vende si no tiene reposición.

Por Salvador Di Stefano

Asesor en Negocios, Económico y Financiero

La economía argentina comienza a estar desabastecida. El coronavirus fue un colapso productivo para las empresas mundiales y locales. La interrupción de la producción debido a las cuarentenas obligatorias, detuvo a las empresas y por ende toda la cadena de suministro quedó paralizada. Hoy nadie vende si no repone.

Argentina es un caso especial a nivel mundial. En primer lugar, fue uno de los primeros países en adherirse a la cuarentena, lo cual le permite tener el título mundial de país con cuarentena más larga. Esto implica, el país con menos producción, menos oferta, más caída del PBI y, consecuentemente, desabastecimiento.

A esto le debemos sumar los retrasos lógicos de la llegada de insumos o productos finales a escala mundial, pero no todo termina allí.

Argentina enfrentó la crisis pandémica en el marco de un proceso económico que traía como lastre dos años de fuerte caída de la actividad económica. Los dos últimos años de Mauricio Macri, la transición con el gobierno de Alberto Fernández, y las pocas señales económicas en materia económica, hicieron que los agentes económicos se refugiaran en el dólar, en muchos casos en el dólar informal.

Los argentinos migran al dólar informal porque tiene dos atributos, en primer lugar, es resguardo de valor ante la devaluación permanente del peso y, en segundo lugar, al ser informal no existe para el fisco, con lo cual escapa a la enorme presión tributaria que impone el Estado.

Esto derivó en una fuerte caída de reservas, que hoy se ubican en U$S 41.252 millones y que no paran de descender. Paralelamente, los depósitos en dólares también están en un proceso de baja, y su stock ya es de U$S 18.168 millones.

La inflación es un fenómeno monetario, eso está fuera de discusión, pero en Argentina el impacto cambiario es tan o más importante que la emisión descontrolada de dinero. En lo que va del año la emisión fue de $ 1.705.500 millones, si lo pasamos a dólares, tomando un dólar promedio para los primeros 9 meses del año 2020, nos daría la friolera de U$S 24.938 millones. El déficit del estado argentino rondaría esa cifra ya que se financia en su totalidad con emisión monetaria.

En este marco económico, los agentes económicos buscan cubrirse de cualquier forma ante la posibilidad de una devaluación de nuestro signo monetario. Al decir de algunos, es mejor comprar un auto chocado que tener pesos.

Ante la escasez de dólares en el plano local, cualquier activo es bueno para cubrirse en el escenario económico imperante. Por eso estamos observando una suba muy importante de bienes de cambio y activos en la economía, con el agravante que, ante el colapso productivo de la pandemia, comenzamos a observar el desabastecimiento de algunos artículos en este escenario.

Un caso emblemático son los autos cero kilómetros. Si bien es cierto que estamos enfrentando una crisis económica sin precedentes, no hay autos cero kilómetros suficientes para abastecer al mercado, y esto no se debe a que la demanda creció por encima de la oferta, lo que sucede es que la oferta cayó a mayor ritmo que la demanda. Para el año 2020 la venta de autos podría ubicarse en torno de las 300.000 unidades, producto de un faltante de producción, con una demanda que está por encima, por lo tanto existe faltante de autos 0 kilómetro, y la consecuencia lógica es la mayor venta y aumento de precios de los autos usados.

Por otro lado, en Argentina tenemos los autos más económicos del planeta. Se importan vehículos a dólar oficial en $ 78, y quienes lo demandan tienen ahorros en dólares informales a valor de $ 152, con lo cual, en el mejor escenario, los autos en dólares valen un 60% de su valor de lista. En medio de una caída del PBI que se proyecta en torno del 13%, Argentina recibe una gran cantidad de autos importados dignos de un garaje de jeque árabe, se inaugura una concesionaria Mc Laren y el hobby de muchos cincuentones pasa por motocicletas de alta cilindrada a precios de gangas.

En la Argentina nacional y popular, los dólares para producir se pierden en el dólar ahorro, que luego se venden en el mercado informal, con el objetivo de poder llegar a fin de mes, o bien en bienes suntuosos que, si bien pagan altos impuestos, satisfacen el glamour de una clase social que paga la mitad de lo que vale dicho activo en el mundo real.

En el marco de estos desaciertos en la política monetaria y cambiaria, el deporte nacional cotidiano es conocer cuántas toneladas de soja vende el productor de Huinca Renanco, Monte Buey, Bandera o Rufino para engrosar las arcas del Banco Central y contar las reservas para no generar una corrida cambiaria en el país. El productor solo vende cuando necesita, en lo que va del año vendió a un ritmo similar a años anteriores, y el gobierno lo destrata con propuestas inconsistentes.

En la última propuesta, el gobierno le propone el hombre de campo una reducción de alícuota de derecho de exportación del 3%, pero al mismo tiempo le dice que tendrá una política devaluatoria errática, que probablemente lo sorprenda con más devaluaciones en forma inesperada. La pregunta obligada es: ¿por qué vender con un premio del 3% solo en octubre, si probablemente el premio devaluatorio sea más alto a medida que transcurra el paso del tiempo? Aunque no lo crean, el productor es más astuto que el ministro.

Si el ministro desea que el productor venda, debiera poner un precio al tipo de cambio que se mantenga en el tiempo, por ejemplo, elevar el precio del dólar a $ 90 y congelarlo hasta el 28 de febrero. De esta forma el productor vendería en masa la soja en stock, porque tiene un sendero de precio de dólar cierto y un descuento pleno que lo puede aprovechar, ya que, si no puede gastar todo el dinero en el mes de octubre, lo coloca en $ a plazo fijo hasta el mes de febrero para enfrentar futuros compromisos de su empresa. Esta no es una propuesta que no contempla a otros sectores económicos, lo que decimos es que en febrero el dólar estará en $ 90, por qué no lo hacerlo más predecible, devaluar hoy y lo mantenerlo fijo hasta dicha fecha, y en marzo, con la llegada de la cosecha de maíz de primera y en abril con la cosecha de soja, nos posicionamos en otro precio según las circunstancias de la economía.

Conclusión

No hay mercadería, desde clavos, ladrillos, autos cero kilómetros, bicicletas, productos de bazar, electrodomésticos y todo lo que se te ocurra escasea en la economía argentina.

Los agentes económicos se deshacen de los pesos y pasan a comprar activos de todo tipo, durables, semidurables o inmuebles. La idea es no quedarse en pesos.

En la medida que el público actúe de esta manera, nos irán sorprendiendo índices de inflación cada vez más elevados. Sin un ancla en el tipo de cambio, la cotización del dólar será cada vez más impredecible y la brecha con el dólar blue más elevada. Es imperioso tener equilibrio fiscal.

Por suerte, las cotizaciones de los productos que exportamos siguen en alza, esto alienta a pensar que el año 2021 no será tan duro como muchos predicen, aunque para vender lo que exportamos necesitamos sembrarlo, y para eso se necesitan las lluvias que están ausentes.

El gobierno depende de variables controladas que no controla, como la gestión de las cuentas públicas, la moneda y el tipo de cambio. También de variables incontroladas como el clima, sus socios políticos en el gobierno y el parlamento.

Brasil este año mostrará una caída del PBI del 5%, Argentina una caída del 13%, algo estamos haciendo mal, y sería hora de corregirlo. El real hace un año estaba en 4,10 por dólar y hoy 5,60 con una devaluación del 37% anual y una inflación del 2,5% anual. El peso argentino en 12 meses se devaluó el 32% y la inflación el 40% anual. Algo anda mal en Argentina, ¿nos estaremos dando cuenta?