Evita y Favaloro: reconocer y homenajear

NACIONALES – NOTA DE OPINION – Quiero escapar de las migajas políticas; el interés personal por encima del nacional. No me sirven las lágrimas de plástico desde un letrado, escenario, discursos, voces de cenizas que se esparcirán con el viento de la demagogia. Por Leonardo Abrahan.Quiero escapar de las migajas políticas; el interés personal por encima del nacional. No me sirven las lágrimas de plástico desde un letrado, escenario, discursos, voces de cenizas que se esparcirán con el viento de la demagogia.

Emociona el sentir popular; el reconocimiento sincero de las personas hacia una persona, sin esperar nada, sin acaramelar a nadie; la firmeza en sus brazos, la emoción verdadera en su rostro, el recuerdo puro atravesando la nostalgia.

Quiero llegar allí, recabando en la profundidad de los cuerpos, de las mentes, de la memoria; quiero involucrarme en aquellos que fueron parte de las caricias cotidianas, de los mensajes pintados en acciones. Noche de antorcha y recuerdo. No pienso pararme en la vereda del oportunismo mediático; saco y corbatas desdibujando un paisaje con devociones puras. Quiero sumarme al desinterés de aquellos que lloran por sus padres y abuelos que vieron promesas transformarse en realidad.

Que aquellos mensajes hacia los descamisados emergían desde un palco y se arrinconaban en aquellos hogares humildes. Los niños con sus juguetes; el hombre con su casa; la mujer descubriendo algo que merecía pero nadie hasta ese momento se lo había ofrecido: el derecho a votar. Aquellos años donde se hacía por los pobres y no se los utilizaba.

Sin banderas políticas, quiero homenajear a Evita, porque desde la soledad de su imagen multiplicada en millones, en letreros, pancartas, pasacalles. En el vértigo de una política herida, pisoteada por aquellos protagonistas incansables, que no piensan en un inmediato retiro, los huitres que pululan para alimentarse de un nombre, un lugar, un mito, sin importarles nada… Cuantos contrastes cotidianos, cuantos miserables ascendiendo con los escalones de la miseria… Sin escrúpulos, sin palabras. La soga de la justicia se desgasta y se corta con el filo de la impotencia…

De aquella mujer que lideraba, creo y confío en sus lágrimas en su último discurso del renunciamiento. En esta mujer que lidera, lamentablemente, desconfío…

¿Por qué se mató René Favaloro?. El empuñó el arma pero fueron muchos los que le dispararon… ¿Qué hizo el doctor para su triste final?. Todo bien en un mundo doblado para mal. Dignidad, entrega, trabajo, humildad, esfuerzo, sacrificio, bondad, vocación, servicio… Nada, hizo, nada… Su reconocimiento en el exterior, romper invitaciones de los mejores lugares y países, para consolidarse y trabajar en el suyo. Médico rural, amigo, profesional inigualable… Su vida en tantas vidas; su talento para que la vida derrote a la muerte en mil batallas… Pero solo en su trinchera, no pudo con su guerra interna.

Atravesó campos minados con heridos terminales y los sacó adelante; bay pass un invento argentino, un invento de René Favaloro, un nombre que se eternizará en el tiempo; que será palabra escrita en tantos libros, que flotará de boca en boca, de generación en generación… Las deudas en su Fundación lo asfixiaron; pero el no le debió nada a nadie. Es más todos le debemos un poco, por su ejemplo, compromiso, dedicación, postura, firmeza, claridad…

El no fue político, pero que necesidad tenemos los argentinos para que todos los que gobiernan puedan inspirarse en esta maravillosa persona. Muchos tratarán de evitar leer sobre su vida porque se les caería la cara de vergüenza. Si es que tienen cara. Si es que tienen vergüenza.

Me consuela escribir y recordar a Favaloro, para que atraviese generaciones, que sea una imagen, un reflejo para el quehacer cotidiano, para la acción de pertenencia sobre nuestro, lugar, nuestro suelo, nuestro país… Él no aceptó irse a otro lado, se quedó peleando y luchando; se quedó salvando y construyendo; no tenía necesidad de quitarse la vida pero su vocación y compromiso determinó su abrupto final. El empuñó el arma y muchos, haciendo la vista gorda, le dispararon…

Evita y Favaloro, para reconocer y homenajear.

Leonardo Abrahan