Argentina y Chile avanzan juntas en la protección de la Península Antártica

Impulsan la creación del Área Marina Protegida para la conservación de la biodiversidad y el uso responsable de los recursos. Esa región concentra el 75% de la población de krill.

Históricamente la relación entre la Argentina y Chile por las tierras y los límites fue conflictiva. Sin embargo, algo las hermana en el último tiempo. Un proyecto que de concretarse marcaría un hito para la biodiversidad mundial, pero que choca ante los límites de la geopolítica.

Ambas naciones avanzan en la idea de crear el Área Marina Protegida (AMP) de la península Antártica. A partir de 2012, científicos del Instituto Antártico Argentino (IAA) y del Instituto Antártico Chileno (IACH) fueron elaborando los lineamientos de la propuesta de AMP en la región del oeste de la Península Antártica y el sur del Arco de Scotia.

En 2017 la presentaron de manera preliminar a la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que desde 2002 trabaja en el desarrollo de un sistema de áreas marinas protegidas alrededor de la Antártida, con dos objetivos primordiales: la conservación de la biodiversidad y el uso racional y responsable de los recursos de la región, algo que apunta principalmente a la pesca comercial, en la última región prístina del mundo.

krill

La protección es clave por lo que está sufriendo la región. Desde Cancillería sostienen que el oeste de la Península Antártica está registrando un aumento en la variabilidad ambiental producto del calentamiento global.

Por ejemplo, en febrero 2020 en la Base Esperanza se dio una temperatura récord de 18,3°C. Este verano volvieron los récords. Una crecida en la frecuencia de este tipo de eventos pone en peligro la supervivencia a largo plazo de las especies.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el calentamiento global está provocando que la capa de hielo de la Antártida sea cada vez más inestable, lo que podría tener consecuencias catastróficas en las zonas costeras del planeta por el aumento del nivel del mar, un efecto dominó.

Lo que suceda en las aguas de la Antártida repercutirá en el resto de los océanos.

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