La enfermedad de Kirchner y la salud de la república

NACIONALES – NOTA DE OPINION – Néstor Kirchner se jacta de su salud excelente. Me parece bien, porque en lo personal no le deseo el mal a nadie. Lo que no sé si podrá es jactarse de la salud de su gobierno. Por Rogelio Alaniz.La enfermedad lo ha puesto al lado de Menem y De la Rúa. Con Menem se está pareciendo cada vez más, un dato clínico y político que no debería sorprender a nadie. Con De la Rúa las similitudes no son tan evidentes, pero de la señora Cristina no sé si se podrá decir lo mismo. El éxito de Menem está simbolizado en la Ferrari; el fracaso de De la Rúa está expresado en la imagen que aterroriza a los Kirchner: el helicóptero volando hacia la derrota, la humillación y la vergüenza.

El primer efecto político de la enfermedad de Kirchner es que para todos quedó claro que el presidente real y efectivo es él y no su señora. Sin proponérselo todos los periodistas lo trataron como si fuera el titular del Ejecutivo. Los políticos opositores y sus propios compañeros de partido hicieron lo mismo. La enfermedad de Kirchner se transformó en una cuestión de estado porque Kirchner es el presidente. Nada más y nada menos Tácitamente todos admitieron esta revelación.

Incluso la señora Cristina, que apenas se enteró de la enfermedad de su marido se transformó en amantísima esposa, en una mujer dócil y sencilla preocupada por la indisposición de su hombre.Digamos que la enfermedad puso las cosas en su lugar. El que manda, manda y la que obedece, obedece.

Lo que ocurre en la Argentina es singular y sorprendente. Una presidente que reina pero no gobierna y un marido que ejerce el poder efectivo. Y todo esto en el marco de una democracia republicana. La irregularidad de un poder cortesano se extiende al conjunto de las instituciones. A ningún sistema político le resulta indiferente la enfermedad de su presidente. A ninguno. Pero lo que diferencia un sistema del otro es la fortaleza de sus instituciones. Un régimen republicano con instituciones fuertes asimila sin mayores trastornos la enfermedad o la muerte del presidente. Cuando el que gobierna es el líder, el caudillo, el jefe mesiánico considerado irremplazable, su enfermedad o su muerte es una catástrofe porque arriba de él o al costado de él no hay nada

En las tradiciones caudillistas es habitual que el jefe deje a un papanatas en su lugar para seguir gobernado desde el llano o desde las sombras. La singularidad de los Kirchner es que el rol de papanatas lo cumple su mujer. El peronismo en ese sentido ha sido y es muy generoso. En su momento nos obsequió a Isabel; treinta años después nos obsequió a Cristina. Lo interesante del caso es que el obsequio fue impuesto, pero al mismo tiempo aceptado.

Si en lo personal me preguntan que defina en una palabra la gestión de los Kirchner pronunciaría la palabra “estafa”. Es una sensación, no una afirmación conceptual, pero con los años he aprendido a creer y respetar mis sensaciones. Los Kirchner son unos estafadores de ideales, creencias y convicciones. Todo lo que proclaman representa exactamente su opuesto. Dicen estar con los pobres pero encarnan el poder de los ricos; se presentan como progresistas y son conservadores en el peor sentido de la palabra; dicen defender los derechos humanos, pero no hay ningún dato que permita decir que crean en ellos.

Kirchner podrá superar su enfermedad, pero no sé si la Argentina podrá superar la enfermedad que inocularon los Kirchner. Cuando se vayan del poder la Argentina será más pobre y menos libre. La brecha entre pobres y ricos se habrá acentuado y la pregonada distribución de la riqueza quedará reducida a un eslogan vacío.

Rogelio Alaniz